miércoles, 17 de noviembre de 2010

Siglo XXIII - Capítulo 2

Buenas,

Aquí os dejo con el capítulo 2.

Tanto el índice de capítulos, como la reseña del fanfiction (así como el disclaimer), los podéis encontrar aquí.

Espero que os guste.



Capítulo 2:

Las almas chillaban sin cesar. Rabia. Dolor. Pena. Nada. La muerte. En la cuesta hacia el Hades(1) solo había eso: muerte. El santo de la cuarta casa observaba el lugar con especial fascinación. Era un chico extrovertido que hacía reír a los demás con facilidad, pero tenía un extraño gusto por la muerte.
- Maestro Timur, por favor… -suplicó un chico.
Timur de Cáncer era alto y fornido. Sus ojos, que eran grandes y expresivos, eran marrones, con un leve brillo rojizo. Era rubio y su pelo, ligeramente ondulado, caía sobre sus hombros.
- ¡No! -gritó el santo-. He dicho que entrenaréis aquí y entrenaréis aquí -su alumno, al igual que dos compañeros más miraron a Timur suplicantes-. Os quedaréis aquí entrenando con las almas demostrando que servís para algo -continuó-. Si es que servís para algo- añadió. Los chicos fulminaron a su maestro con la mirada. Timur no les hizo caso y prosiguió-. Un Santo de Atenea no debe temerle a la muerte y… -Timur se calló de repente, recordando algo- ¡Atenea!
"Mierda, había reunión. Lo olvidé", pensó preocupado.
- ¿Atenea? -preguntaron sus alumnos, confundidos. ¿Qué tenía que ver la diosa con el entrenamiento?
Timur no les hizo caso y, sin mediar palabra, les abandonó allí, a su suerte.
- ¡Maestro! -gritaron, sin éxito.
"¡Qué fallo!", pensó Timur, poniéndose la armadura de Cáncer. "Bueno, no es necesario correr porque ya llego tarde". Salió, aunque antes se permitió una última mirada a la casa:
- Después iré a por vosotros -dijo al aire-. Si no se me olvida, claro- sonrió burlonamente antes de, ahora sí, poner rumbo hacia el templo de Atenea.

Una mujer vestida de negro apareció en una casa. Un hombre alto y fuerte, que se encontraba allí, le reprende, entre enfadado y asustado. Su esposa se esconde.
La mujer de negro sonrió. Aquella pareja era una molestia. No venía a por ellos.
Se produjo un destello de luz negra y el hombre murió. Su esposa intentóhuir, pero también falleció poco después.
La mujer de negro rió. Ahora faltaba él.
Pero un nuevo destello inundó el lugar.
La mujer de negro cayó, con múltiples heridas. Antes de morir, se deslizó de entre sus dedos un colgante con una inscripción. Una mano lo recogió, para pulverizarlo casi sin esfuerzo.
Antes de desaparecer se podía leer "Yours Ever" en la inscripción.

Atenea suspiró y abrió los ojos. Sentada en su trono, ante ella permanecían en silencio once santos dorados. En veinte años, la diosa se había convertido en toda una mujer: era alta y esbelta, y muy hermosa. Llevaba el cabello recogido en un perfecto moño de la época, y un vestido color salmón que resaltaba sus figura.
- ¡Cáncer! -usó su blanco cosmos para llamar al santo que faltaba- ¿Dónde estás, Timur?
La respuesta no se hizo esperar.
- Acabo de salir del Templo de la Virgen, mi Señora. Unos minutos más y allí estaré.
Atenea no respondió. No era necesario.
Se prolongó el silencio. Mientras las once armaduras resonaban, la diosa se dedicó a observar a sus más allegados protectores. Una sensación de vacío inundó su corazón cuando sus ojos grises se posaron en los santos que habían llegado a jugar con ella alguna vez, de niños. Y se sintió triste. No sabía lo que era tener amigos, pero de algún modo jugar de niña con aquellos santos en concreto le había hecho recordar. No sabía el qué, pero algo recordaba.
Pero al mismo tiempo que miraba a Hamal de Aries, Ayax de Tauro y Anteo de Géminis se sentía muy orgullosa de tenerlos a su lado. Hamal, aquel niño de ojos y pelo celeste, no había crecido demasiado, siendo uno de los más bajos del grupo. Ayax, que ya nadie le recordaba como "Andreas", se había dejado crecer el pelo, justo como el de Aries, y siempre contagiaba a los demás con su alegría... salvo a Anteo, quizá. El Santo de Géminis era excesivamente serio, y era de los pocos que llevaban el pelo corto. Tanto Ayax como Anteo, al contrario que Hamal, eran extremadamente altos.
En realidad también estaba Shaula, pero, o bien Atenea prefería a los hombres guerreros, o bien era la máscara que le impedía ver unos ojos que ya ni recordaba qué color tenían; el caso es que se sentía más orgullosa de ellos que de ella, pese a haber jugado con los cuatro.
Claro que esos sentimientos nunca los diría, pues quería a sus doce por igual, como ellos la amaban a ella por encima de todo.
Finalmente, tras unos minutos, el santo de Leo, Troid, un muchacho joven de ojos grandes y azules, y con la melena (también azul) recogida, rompió el silencio, lanzando una pregunta al aire.
- ¿Cuándo piensa llegar el Cangrejo? -preguntó.
Atenea sonrió, pero no dijo nada. Conocía muy bien a sus santos, así que estaba segura de quién iba a hablar entonces.
- Vendrá cuando a mi me salgan canas -Ayax rió sonoramente ante el irónico comentario de su amiga Shaula. Atenea sonrió, había acertado. Sabía, además, que si la pregunta inicial la hubiera hecho Shaula y no Troid de Leo, la respuesta la hubiera hecho el león. Así eran.
Seguramente ahora era el momento en qué, para pasar el rato, se metieran con algún compañero, en broma por supuesto.
- O cuando Nadir deje de ser un bebé -agregó Shaula. Su comentario no hizo que Ayax dejara de reír, pero si que provocó un ligero bajón de temperatura.
- Vamos, Nadir, no seas así -intervino de nuevo Leo, dirigiendo su mirada hacia el santo de Acuario.
Nadir de Acuario era el más joven del grupo, como bien se había encargado de recordar Shaula, aunque no lo aparentaba en absoluto. Era muy alto, igual que Anteo y, como éste, era muy serio, aunque no tanto como el de Géminis. Sus ojos, pequeños, eran de un brillante azul verdoso, mientras que su larguísima melena era de una tonalidad grisácea que a veces podía causar la falsa impresión de canas prematuras.
- Las verdades duelen -siguió picando Escorpio.
- Lástima que no se pueda elegir la fecha de nacimiento, ¿no creéis? -la pregunta de Troid iba dirigida a todos, pero en realidad miraba a Acuario.
Acuario estaba bastante molesto, aunque trataba de mantenerse lo más inexpresivo posible. ¿Qué culpa tenía él de ser más pequeño que Atenea? Pero no lo logró del todo, porque la temperatura ambiental bajó más aún.
- No le molestéis más -Timur de Cáncer había llegado-, si no queréis que os maten antes de tiempo- Nadir sonrió, pero le extrañaba que Cáncer dijera eso, pues solía ser idéntico que Leo y Escorpio en esos temas. Timur le miró entonces y, con sonrisa maliciosa, agregó:- Porque no se puede controlar… ya sabéis, los bebés.
Shaula y Troid estallaron en carcajadas. Timur mantuvo una sonrisa de oreja a oreja mientras algunos santos también se reían. Géminis fue el único que, a parte de Acuario, no rió, aunque si que se permitió esbozar una leve sonrisa. Nadir estaba enfadado.
Antes de que las cosas se salieran de tiesto Atenea intervino, su dulce voz apaciguó cualquier palabra dicha anteriormente y las risas cesaron.
Timur sonrió pícaramente y se colocó en su lugar, entre Ayax y Gildor, no sin antes hacer una reverencia a su diosa, por supuesto.
Atenea suspiró antes de hablar. Las guerras iban a empezar pronto.

- Ha matado a Pandora -un joven de cabello y ojos plateados miraba furioso a otro joven idéntico a él, pero con el pelo y los ojos dorados-. ¿Aún me preguntas por qué me enfado? -bramó.
- Tarde o temprano debía suceder -comentó lo más tranquilo que pudo Hypnos, sin soltar el arpa que llevaba consigo.
- ¡Esto es inadmisible! -siguió gritando su gemelo.
- Para mí no. Ya sabes lo que dijo Deméter y…
- Ya sé lo que dijo Deméter -le interrumpió Thanatos, manteniendo su ira.
- …Pandora ya nos sirvió demasiado -finalizó Hypnos su frase, con calma.
Thanatos se calló. Aquello no era lo que Deméter les había dicho.
- Además no sé de qué te preocupas -continuó-, pues a ti ya no te interesaba más Pandora.
Debido a sus ahora cuerpos mortales no acababan de recordar lo vivido siglos atrás, pero sí sabían que no la soportaban, aunque no comprendían el por qué. No sabían qué había hecho Pandora en sus vidas pasadas, para que ellos no la aguantasen más.
- No sigas por ese camino -pidió entonces. Thanatos le miró sin comprender-. Acuérdate del tratado de paz.
- Nuestro Señor se volvió un idiota al poseer aquel humano -ahora le tocó a Hypnos mirar sin comprender, pero más bien era por las ofensivas palabras de su hermano en contra de su Señor.
- Creo que necesitas descansar -dijo finalmente Hypnos-. Le diré a Morfeo que se ocupe de que no sueñes, así dormirás mejor.
Thanatos bufó. Como si tal cosa, Hypnos procedió a tocar el instrumento que traía consigo, con los ojos cerrados.
- El Señor Hades eliminará todo rastro de Thanatos si sigue por este camino -comentó al aire, sin dejar de tocar.
Thanatos dejó escapar un gruñido antes de irse. Si el dios de los muertos cambiaba de parecer el dios de la muerte no tenía porqué seguir apoyándole.
El arpa siguió sonando unos minutos más. Cuando por fin dejó de tocar se fijó en unas hadas del Hades que habían llegado, atraídas por su música.
- ¡Papillón! -exclamó, usando su cosmos para llamar al espectro-. Envía estas hadas con el señor Hades. Me preocupa como pueda estar ahora.
No halló respuesta ni la esperó. No obstante, las hadas desaparecieron poco después.
"Debo unir más espectros a mi causa que a la de Thanatos", pensó. "No pienso permitir que Thanatos vuelva a mancillar el nombre de mi Señor".

- Hace algunos años firmé un tratado de paz -explicó Atenea a los doce-. Sin embargo sé que no todos los dioses están de acuerdo -se mantuvo en silencio, unos segundos. Los santos la miraron expectantes- y por ello va siendo hora de que dichos dioses intervengan. Es la Guerra Santa definitiva -sentenció.
Los santos intercambiaron miradas unos con otros.
- Hades fue la otra parte que firmó el tratado -explicó Niké, que hasta entonces había permanecido en silencio.
- Estoy segura que algunos dioses nos apoyarán, pero no así otros. Niké, como podéis ver -hizo un ademán hacia la victoria, quién sonrió complacida-, está de nuestro lado. Si nada cambia, contaremos también con Hades, lo cual es la mejor noticia que podríamos tener.
- Y tanto -comentó Anteo. Aficionado a los relatos de santos antiguos, sabía lo mucho que debieron sufrir los santos de épocas anteriores.
- En realidad -continuó Atenea- Hades y yo fuimos una vez aliados, en la primera Era Mitológica.
- ¿Contra quién deberemos enfrentarnos entonces? -preguntó el santo de Capricornio, un chico pelirrojo con cola de caballo y ojos azules.
- Con Hera. Hera es la más peligrosa de todos los dioses, aunque pueda no parecerlo.
- ¿Y qué hay de Zeus entonces?- volvió a preguntar Capricornio.
- Seguramente el señor Zeus será neutral, como siempre -respondió Niké por Atenea-. Pero entre su mujer y su hija, estoy convencida que prefiere a Atenea.
Atenea no respondió a ese último comentario.
- Los otros obstáculos más importantes serán Ares y sus hijos, porque son muy crueles.
- Y Apolo -agregó Niké.
- Y Apolo -corroboró La de los Ojos Grises-. Pero ahora mismo, ellos no nos deberían preocupar -añadió-. Todavía.
- ¿Entonces? -quiso saber Libra. Un largo mechón azul tapaba casi al completo uno de sus ojos negros, pese a que llevaba el pelo corto.
- Poseidón -se limitó a responder la diosa.
Los Santos se miraron unos a otros. ¡Es verdad! ¡Poseidón! Él si que había sido el enemigo de Atenea desde tiempos inmemoriales, desde incluso la creación de Atenas.
- Pero él debe estar encerrado en una vasija, ¿cierto? -preguntó Géminis.
- Lees mucho, Anteo -le dijo Atenea. El Santo sonrió-, pero no lo suficiente -la sonrisa de Anteo se esfumó-. Deberías saber más sobre el modo de actuar de Poseidón y…
- …sobre la vasija -terminó Nadir de Acuario la frase. Atenea le miró con expresión acusadora por haberla interrumpido-. Lo siento -se disculpó.
- Poseidón se reencarna siempre en un miembro del clan griego de los Solo -explicó Atenea tras una pausa-. Hace dos siglos, cuando la humanidad fue condenada y sólo unos pocos humanos sobrevivieron, salvaron a un único miembro del clan para que continuase el linaje.
- La reencarnación pasada de Poseidón, supongo -comentó Gildor.
- Exacto.
- Y ahora habrá que ir a buscar al nuevo Solo que ocupe su cuerpo -comentó esta vez Ayax.
- Así es -dijo Atenea-. En realidad, esta vez cambian algunas cosas.
- ¿Qué cosas? -preguntó Troid. Los Santos estaban cada vez más interesados.
- Anfitrite -respondió-. Anfitrite está aquí, solo que no sabemos dónde.
- Creemos que ha reencarnado en un cuerpo mortal -continuó Niké-. Lo que hay que hacer es encontrarla, porque seguramente será ella la única que podrá ayudarnos, si es que Poseidón finalmente nos secunda, que todavía no lo sabemos.
- Así pues -dijo Atenea, haciendo callar el alboroto que se había formado entonces- tengo varias misiones para vosotros. La primera, quiero que localicéis la vasija y la traigáis lo más pronto posible. Hace años se encontraba vigilada en la ciudad siberiana de Sinigrado, pero hace dos siglos cambiaron muchas cosas, así que realmente no sabemos dónde se encuentra ahora. Los primeros puntos de búsqueda serán la misma Sinigrado y el Templo de Poseidón erigido en el Cabo Sunion. Nadir y Forcis irán a Sinigrado.
- ¡Sí! -exclamaron Nadir y el santo de Piscis, un guerrero que no tenía nada que envidiar en altura a Anteo, Ayax o el propio Nadir. Tenía una sonrisa bonachona, ojos grandes y verdes, y el cabello rizado, muy largo, de un verde amarillento.
- Uxor y Hamal irán al Templo del Cabo Sunion -continuó Atenea.
- ¡Sí! -exclamaron los santos de Libra y Aries.
- La segunda de las misiones: encontrar a Solo -prosiguió Atenea-. Ésa no será misión difícil -comentó-. Irá Anteo -el aludido sonrió levemente, orgulloso de que su señora le confiara a él la misión de localizar a un dios. Atenea se dirigió a él-. Puedes llevarte a alguno de tus alumnos, si así prefieres.
- Como deseéis, mi Señora.
- Por último, hay que encontrar a Anfitrite -finalizó Atenea-. Será difícil, pues no sabemos absolutamente nada de ella. Lo más probable es que esté cerca, pero no lo sabemos con seguridad. Troid, Arión y Belus se ocuparán de buscarla.
- A sus órdenes -dijo el santo de Sagitario por sus dos compañeros, Troid de Leo y el pelirrojo Belus de Capricornio.
- Ayax, Timur, Gildor y Shaula se quedarán aquí, protegiendo el Santuario contra cualquier ataque, en caso de que se produjese.
- Sí, Señora -dijo Timur por todos.
- Podéis retiraros.
Los santos hicieron una reverencia y se dispusieron a irse. Justo entonces Atenea llamó la atención de dos de ellos.
- Gildor, Shaula -dijo. Los aludidos se detuvieron-. Tengo que hablar con vosotros dos.
Virgo y Escorpio cruzaron miradas (o más bien solo Shaula la cruzó, pues Gildor solo veía una máscara) y regresaron ante su Señora, mientras los demás se iban.

Timur estaba convencido de lo que quería hablarles. Dado la similitud de caracteres se llevaba bastante bien con Shaula para saber lo que había pasado entre ella y el alumno de Virgo y pues el motivo por el cual la diosa les llamaba estaba bastante claro. No era por la amistad, pero Timur creía que en este caso era ella quién tenía razón. Si él fuera una mujer habría hecho exactamente lo mismo.
Mientras pensaba caminaba tranquilamente sin prestar mucha atención en lo que veía. Templo tras templo, los alumnos de los santos se entrenaban duramente, sin que sus maestros les prestasen entonces mucha atención, ya que ahora estaban más pendientes de las misiones impuestas.
Finalmente Timur regresó a su casa. Suspiró antes de quitarse la armadura y se fue a la cocina a beber un vaso de agua. Tenía una extraña sensación, como si se olvidase de algo, pero no sabía qué era. Se alejó a las habitaciones y regresó con un dossier y carboncillo. Se sentó en una silla de la cocina y lo abrió.
Varios dibujos macabros aparecían en las distintas páginas. A Timur le gustaba mucho la muerte y, dado que no se le daba mal el dibujo, de vez en cuando plasmaba lo que imaginaba, o bien lo que él mismo veía en la colina del Hades.
"Otra vez esa sensación", pensó. "¿De qué me estoy olvidando?"
Pero tras un rato de pensar, no se le ocurrió nada así que optó por continuar hojeando su dossier. A veces, muy pocas veces, no había dibujos macabros, sino bonitos dibujos, especialmente de Atenea.
De pronto, se topó con el dibujo de tres niños pequeños. Timur vio el dibujo con sorpresa, ese dibujo era de hacía unos pocos años y…
- ¡Calímaco! ¡Zagreo! ¡Yolao! -exclamó, los niños del dibujo eran sus alumnos, aunque ya no eran unos niños- Mierda, ¡eso era lo que había olvidado!
Dejando dossier y carboncillo (pues su intención inicial era la de dibujar algo) regresó a la colina del Hades.
- A ver, niños -dijo burlonamente nada más llegar-. ¿Me demostráis que servís para algo?

Continuará...

(1). Conocida popularmente por todo aficionado a SS como "Yomotsu". En el manga lo llaman la colina hacia el hades (o el umbral del hades), así que prefiero llamarlo así, por aquello de no ir mezclando, no sé si me explico.

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